La increíble historia detrás del cocodrilo - parte 4
Enamorarse de América
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Nueva York fue una revelación para René Lacoste
El gran día estaba cerca. Veinticuatro horas después de desembarcar en Nueva York, los cuatro miembros del equipo francés de Copa Davis abandonaron la Gran Manzana y se dirigieron al norte. Fue un viaje de seis horas por la costa. Long Island. New Haven. New London. Narraganset. Providence, acertadamente llamada. Y luego Boston, Massachusetts, su destino final, donde los jugadores franceses se enfrentarían a los australianos en esta apasionante ciudad.
A pesar de su aire provinciano, Boston tenía el bullicio cultural de una capital importante. Aquí la gente estudiaba y escribía. Impulsada por poderosas familias industriales, la ciudad también se estaba desarrollando a ung gran velocidad. Nuevos y relucientes edificios estaban surgiendo por todas partes: la Ópera de Boston, el Symphony Hall, los estudios Fenway, y el aeropuerto internacional se inauguró pocos días después.
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Una vista asombrosa
Descubrir el nuevo estadio Forest Hill en Queens, al este de Nueva York, fue un profundo shock para René. Este recinto recién inaugurado albergaría futuras ediciones del US Open y fue construido para albergar a 14.000 espectadores. Era simplemente asombroso, comparado hasta el estadio de Deauville con sus gradas de madera, de unas pocas filas de altura, que podían albergar a unas pocas docenas de espectadores. Lacoste no podía creer lo que veía. El tenis, su deporte, era una forma de entretenimiento mucho más imponente de lo que nunca se había imaginado. Su ambición de llegar a la cima de repente ardió mucho más feroz.
Pero también despertó su curiosidad lo que vio en las canchas. El equipo femenino de EE. UU. jugaba contra sus homólogos británicos en la Copa Wightman inaugural. Fue mucho más que un simple partido, fue un auténtico escaparate del equipo americano. La estrella del tenis estadounidense Helen Wills fue especialmente llamativa con su estilo de juego poderoso, preciso y dramático. Ver a Wills en acción le dio a Lacoste la sensación de que estaba redescubriendo su deporte y anotaba frenéticamente sus pensamientos en los cuadernos que siempre llevaba consigo. Lo que estaba presenciando seguramente le resultaría útil algún día. Quizás antes de lo esperado: contra Australia.
¿René Lacoste amaría Boston tanto como Nueva York? Descúbrelo en el próximo episodio.
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_"Te han llevado a un viaje único al año 1923 gracias a las maravillas de las imágenes generadas por la inteligencia artificial y un texto nunca antes visto.
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