La increíble historia del cocodrilo
¿Nunca has escuchado hablar de la fascinante historia del emblemático cocodrilo Lacoste? Pues aquí la tienes, gracias a la magia de las imágenes generadas por IA y a un texto inédito que nos trasladan al corazón mismo del año 1923.

La vocación de René Lacoste
René Lacoste había llegado a la edad de tomar grandes decisiones. A principios de 1923, con 19 años, decidió abandonar sus estudios y centrarse por completo en el tenis. Ahora estaría en el circuito de torneos a tiempo completo. Tras ganar el Campeonato de Francia de Pista Cubierta, deslumbró en los dobles de Wimbledon, jugando junto al campeón Jean Borotra. De vuelta a casa, le esperaba un telegrama importante.
La última etapa
Ese telegrama era una convocatoria para jugar en el equipo francés de Copa Davis en la final de la Zona Europa contra España. Si ganaban, los jugadores franceses tendrían que viajar a Estados Unidos y enfrentarse a los ganadores de la Zona América. Había mucho en juego, pero no había nada que pudiera asustar a René Lacoste. En Deauville, triunfó en sus dos partidos individuales, aclamado por un público enfervorizado, y puso a su equipo en el camino de la victoria. ¡Iban a Estados Unidos!
A América por el último tramo
Cruzar el Atlántico les llevó siete días. René Lacoste y sus compañeros pasaron el tiempo entrenando en la cubierta de madera del transatlántico France*, homónimo del famoso barco inaugurado en los años sesenta. La joven estrella del tenis también se hizo amigo de un compañero de viaje durante la travesía, el propietario de unos grandes almacenes de San Francisco. Su nuevo amigo le introdujo en el juego chino del mahjong y, en un giro poco probable, esto inspiró el primer invento de Lacoste, una mesa de mahjong de viaje.
Enamorandose de América
Nueva York fue una revelación para René Lacoste. Le asombraban todos los rascacielos que se levantaban en el centro de la ciudad. El flamante estadio de Forest Hill, en Queens, al este de Nueva York, le impresionó profundamente. También lo fue ver jugar a la estrella del tenis estadounidense Helen Wills. Lacoste se dio cuenta de que el tenis, su deporte, era una forma de entretenimiento mucho más imponente de lo que jamás había imaginado. De repente, su ambición por llegar a lo más alto ardió con más fuerza.

Una maleta muy especial
El gran día se acercaba, así que los jugadores franceses pusieron rumbo al norte, a Boston. A falta de cuatro días, afinaron su juego en la cancha y salieron a pasear para explorar la ciudad. En uno de esos paseos, Lacoste se detuvo ante el escaparate de una tienda de maletas, hipnotizado por una maleta de piel de cocodrilo que estaba expuesta. Con una sonrisa, le dijo al capitán de su equipo: "¡Si gano mi partido contra los australianos, tienes que comprármela!". El trato estaba hecho.
René Lacoste, el cocodrilo
La ronda contra los australianos no fue bien. A pesar de su valiente lucha, René Lacoste perdió su primer partido. Y las derrotas se sucedieron. Australia ganó la ronda por 4-1, pero los periodistas que cubrían el evento no dejaron de elogiar la tenacidad del joven jugador francés. Habían oído la historia de la maleta de piel de cocodrilo y empezaron a apodar a Lacoste "el cocodrilo" en sus artículos. Este apodo le acompañaría el resto de su vida. Pronto se convertiría incluso en un logo. Nadie lo sabía aún, pero era el comienzo de otra historia igual de extraordinaria.